22.11.12

Espantabrujas


Este apéndice arquitectónico integrado en las chimeneas de las casas pirenaicas, posee para las gentes que las habitan, un poder protector de incalculable valor. Es bien sabido que según las creencias de los montañeses, uno de los lugares por los que se podían introducir los malos espíritus en las moradas era por la chimenea, por lo que ésta se convertía en un punto vulnerable de acceso al interior de entidades dañinas.

Para evitar estas visitas poco gratas de demonios y otras entidades malignas, se decoraba la chimenea con simbologías que iban desde lo pagano o demoníaco a lo mas sacro y cristiano, y todas ellas terminadas en su parte superior con un "capiscol" o "espantabrujas", con formas de lo más variopintas, desde simples piedras verticales con simbología fálica, a formas antropomorfas, pasando por espantabrujas cruciformes. Los más supersticiosos  incluían en la parte más alta de la chimenea y junto al "espantabrujas" la vasija que había contenido el agua bendita con la que se bendijo la vivienda antes de ser morada, en un intento de asegurarse de que nada malo podría entrar por la chimenea de la casa. Los espantabrujas, se colocan siempre mirando hacia el este (donde mejor se aprecia esto es en los de forma antropomorfa, ya que se los coloca con la cara mirando a ese punto cardinal); en el resto, tendrán alguna particularidad que las oriente al este, algunas imperceptibles para nosotros y desde el suelo, pero que a los habitantes de la casa no se les habrá pasado por alto la orientación de este motivo mágico. La orientación de los espantabrujas es simplemente para recordar a los entes malignos que el hombre solo tiene ojos para Dios que es la luz, y ésta sale todos los días por el este que es hacia donde están todos dirigidos.
CURIOSIDADES
Por las noches, en muchos de los hogares de esta legendaria tierra, se ponían las tenazas que se empleaban para colocar los leños en la lumbre, en forma de cruz sobre el suelo del fogón y sobre los últimos rescoldos, en un intento de frenar la entrada por la chimenea a los demonios de la noche.

13.11.12

La farmacia de Monzon



Nuestros ancestros, tuvieron siempre la creencia generalizada del poder fecundante de las rocas. A caballo entre grandes chacras naturales y agujas de acupuntura de la madre tierra, eran punto de reunión o de veneración de todo el poblado. Allí se decidía las cosas concernientes a la comunidad, se celebraban ritos de matrimonio, fecundidad y hasta juicios. Las grandes piedras estaban muy presentes en la vida cotidiana de aquellos primitivos pobladores.
En la pequeña urbe de Monzon (Huesca), capital de la comarca del Cinca medio, nos encontraremos en sus cercanías  una gran roca totalmente trepanada a modo de estantería rupestre que se halla situada junto al santuario de la Virgen de la Alegría.
Esta impresionante pared conocida como la farmacia, (también se la conoce como la paridera) la situaremos en tiempos pre cristianos, donde el culto a la tierra y a la naturaleza en general, hicieron que nuestros antepasados centraran sus ritos en el poder de fecundación de las grandes moles pétreas, al entender que estas estaban en intimo contacto con la madre tierra.
Se cree que estas oquedades eran empleadas para guardar semillas de un año para otro, con el fin de que la gran roca facilitara la energía telurica suficiente para que las semillas allí depositadas tuviesen un gran poder fecundante al ser plantadas y así mejorar las cosechas.
Otra de las hipótesis es que en estos pequeños agujeros, se hicieron para albergar las cenizas de los fallecidos y servir de columbario o cementerio, o simplemente de lugar de ofertorio donde llevarían los exvotos. Sea cual fuere su utilización, podremos observar la importancia que tenían las rocas para nuestros antepasados.

Para llegar a Monzon, saldremos de Huesca capital por la A-22, trascurridos 60 km, nos encontraremos con la población de Monzon.

8.11.12

El menhir de Candasnos


En la comarca del Bajo Cinca nos encontraremos con la población oscense de Candasnos, este pequeño núcleo urbano esconde en su historia una antigua costumbre ancestral aglutinada en su pequeña ermita medieval (S. XV) de san Bartolome (otros dicen que de san Marcos). Destruida en la guerra civil, se sabe que tenia dos altares policromados sobre pared, dedicados a la Virgen de la Alegría y a san Ramón Nonato.
Precisamente por estas dos advocaciones se cree que dentro de este eremitorio se celebraban ritos de fecundidad, pues observemos que uno es como ya apunto san Ramón Nonato (Nonato- el no nacido) y la otra figura, la Virgen de la Alegría (por el nacimiento de un bebe).
A día de hoy, solo quedan en pie una de las paredes originales con sus contrafuertes, el resto no existe, en su lugar se construyo sobre la segunda mitad del siglo pasado una ermita de corte modernista que como podemos deducir no conserva ninguno de los elementos de los aquí expuestos. (quede pues este escrito para el recuerdo de lo que allí hubo)
Cada 5 de febrero, el día de santa Agueda, se acercaban las mujeres casadas y también las solteras de la población que nos ocupa, para frotarse contra un pequeño menhir que existía en el centro de este templo para de esta manera implorar la fertilidad. Una vez pasadas todas las mujeres, se danzaba en torno a la roca a modo de agradecimiento. Este pequeño menhir, con el tiempo fue modificado, dejándolo con una forma de piedra sillar cuadrada y manteniéndose anclado en el suelo, también vario la forma del rito, en vez de lo anteriormente citado, ahora simplemente se danzaba y se tocaba con la punta del pie para realizar el rito de fecundidad.

Para llegar, saldremos de Zaragoza capital por la N-II, manteniendonos por esta vía durante unos 90 km. al final de los cuales nos encontraremos con esta población.